El valor agregado de perseguir valores éticos

. lunes, 24 de setiembre de 2007
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Por Martín Lescano. El proceso de liberación e integración del mercado a nivel mundial es un hecho que representa una amenaza para muchas economías locales, pero también una oportunidad para quién se prepara para enfrentar este nuevo contexto. El rol mundial de distintos actores internacionales, ha superado el de muchos estados nacionales y el impacto sobre el medio ambiente y la sociedad en general viene condicionado por acciones tomadas en el ambiente empresarial mundial. La extensión creciente de la actividad comercial al exterior genera globalización de los procesos productivos impactando en la economía a escala planetaria. Esta situación deja vulnerable a los países en vía de desarrollo pero también lleva a primer plano aspectos como los derechos de las personas trabajadoras y la explotación del medio ambiente.
En este contexto, la perspectiva de la Responsabilidad Social Empresaria (RSE) persigue un desarrollo sostenible a través de la contribución activa e voluntaria de la empresa en la sociedad.

Existen dos grandes motivaciones que proyectan a la empresa en el mundo de la RSE: una de aspecto filántropo, donde la empresa reconoce su impacto en el ambiente y la sociedad e intenta reducirlo al máximo, con la visión de que el desarrollo sostenible es misión de todo el mundo por igual. Otra más racional, donde la empresa entiende que un comportamiento socialmente responsable es una inversión estratégica que lleva a crear ganancia y competitividad.
Más allá de la motivación, logrando sistematizar las acciones socialmente responsables, se puede obtener un beneficio económico y social, apuntando al desarrollo sostenible.
En los últimos años en Uruguay se está prestando particular atención a las cuestiones de desarrollo sostenible global y al impacto que la actividad empresarial tiene sobre el ambiente y la sociedad. Para la empresa uruguaya de hoy, representar un papel activo en la sociedad y formar parte de las soluciones a diversos problemas ambientales y sociales puede convertirse en un valor adjunto en términos de reconocibilidad, reputación, eficiencia de gestión y cohesión interna. La responsabilidad social de la ciudadanía y el consumo ha ido evolucionando haciendo presión sobre las empresas. En el mercado mundial, siempre competitivo e incierto en varios aspectos, la atención que la empresa presta a la RSE viene considerada por los clientes como un importante criterio de elección y preferencia de un producto o una marca.
En el plano social, el rol empresarial está ligado a una fuerte tradición de beneficencia. En los últimos años, muchas empresas han esponsorizado diversos proyectos sociales y acciones para reducir el impacto en el medio ambiente. A su vez se ha incrementado el diálogo con las personas trabajadoras y su representación. El problema radica en la realización de acciones aisladas, llevadas adelante sin un programa que garantice una acción continuada. Para sistematizar las buenas prácticas, debe existir un marco normativo y una política empresarial con una misión y visión clara respecto a la problemática social y ambiental. La RSE puede contribuir a la transformación de la beneficencia en financiamiento a largo plazo de proyectos sociales y ambientales y a formalizar sus acciones a través de una certificación (internacional o nacional) que le permita crear valor agregado.
Lamentablemente en Uruguay la RSE se encuentra aún en una fase informal con una estructura normativa débil, no aprovechándose al máximo su utilidad económica y social.
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¿Hacemos contacto?

. viernes, 25 de mayo de 2007
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Por Carolina Herrero. La instancia para dirimir situaciones que involucren un comportamiento de dudosa ética por parte de empresas multinacionales es una herramienta de actual escasa utilidad, pero ¿por qué?

Una de las inconsistencias de la actitud de un gobierno es adherirse voluntariamente a iniciativas internacionales y luego no comprometer su accionar para garantizar que las mismas sean cumplidos en el país. En este caso, me refiero a las Líneas Directrices de la Organización para la Cooperación al Desarrollo Económico (OCDE) para empresas multinacionales.

Estas directrices de carácter voluntario enuncian principios y normas para regular la conducta empresarial responsable, en terrenos como publicación de información, empleo y relaciones laborales, medio ambiente, lucha contra la corrupción, intereses de las personas consumidoras, entre otros.

Los mismos, fijan la necesidad de que cada país que se adhiera debe establecer un Punto Nacional de Contacto (PNC) quien será encargado de dar a conocer los derechos que tiene la sociedad civil a presentar quejas e instancias específicas sobre empresas multinacionales con actividades poco éticas. Pero claro, si los gobiernos no dan a conocer esta figura (la del PNC) y como se debe desarrollar el procedimiento de presentación de dicha instancia, para que el PNC pueda actuar como mediador en el proceso entre quién denuncia y la multinacional denunciada, de poco sirven los banderines que agitan los gobiernos en señal de su adhesión a principios.

Si la gente “de a pié” no sabe que puede denunciar comportamientos poco éticos, en una instancia extrajudicial, si no saben ante quién dirigirse, o si desconfían de la imparcialidad de ese PNC mediador, estas instancias quedan solo en meras buenas intenciones.

En el taller organizado por el Observatorio de RSC junto con Setem, “Hacia un modelo europeo de Punto Nacional de Contacto”, quedó de manifiesto la necesidad de que los PNC tuvieran una constitución cuatripartita (gobierno-empresa-soc.civil-sindicatos), así como la necesidad de dotarlos de recursos (tanto humanos como materiales) para que puedan ejercer su función, contando con la adecuada promoción e institucionalización de los canales de participación.

Asimismo, en dicho taller se pudo compartir experiencias muy enriquecedoras, como por ejemplo la experiencia australiana, donde sentaron precedente al incluir en la declaración final del PNC todos aquellos aspectos en los cuales se llegó a acuerdo entre las partes, así como los puntos donde la multinacional no quiso embarcarse en las mejoras propuestas.

Estas instancias son sumamente valiosas si se dan a conocer, si se difunde su existencia y modalidad de operancia. Pero si queda relegado a una dependencia en un Ministerio de Comercio Exterior, sujeto a presiones de las cámaras de comercio, de industria, de empresas exportadoras y demás, están destinados a “morir sin pena ni gloria”.

Resulta sumamente llamativo que en el último año no se haya presentado ni una sola instancia ante el PNC Español; dato que evidencié perpleja en la reunión anual del PNC español para informar sobre el avance y actuaciones del último año. Parece pues, que no ha habido ni una sola vulneración a los derechos de las personas trabajadoras, ni un solo caso de corrupción (notorio esto dado que hay países donde es imposible operar al margen de acciones corruptas).

La sociedad debe ser conciente de sus derechos, y está claro que desde el gobierno no se va a generar el flujo de información necesaria. Debemos, desde el tercer sector, intentar generar conciencia y difundir los derechos existentes para hacerlos valer.

Intentemos remendar el cable pelado y poder así, hacer contacto.

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¿Burbuja especulativa también en RSC?

. martes, 6 de febrero de 2007
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Por Carolina Herrero. “Se solicitan profesionistas con nivel licenciatura, Maestría en Administración o áreas afines, y especialidad en Responsabilidad Corporativa, para puestos gerenciales y ejecutivos en empresas multinacionales” (publicado aquí).

Resulta curiosa esta nota, ya que justamente debatíamos respecto de esta situación, con los y las colegas del Master en Responsabilidad Social Corporativa que cursamos el año pasado. Claro que, llegando a otras conclusiones un tanto opuestas a lo mencionado en dicha nota.

Parte de quienes realizamos dicho curso formativo con la total convicción (otra gente la fue desarrollando a lo largo de dicha formación, y otra permaneció impermeable e indiferente) de la necesariedad de la adopción por parte de las organizaciones, sociedad civil y Estado, de prácticas responsables con el Medio Ambiente y la Sociedad. Por parte de las empresas, la necesidad de adopción de un compromiso serio, real, basado en la honesta y transparente intención de incorporar la gestión de la Responsabilidad Social Corporativa (RSC) en su estrategia de negocio; por parte de la sociedad civil, la de incorporar criterios de sostenibilidad en las decisiones cotidianas (compra, utilización de energía / agua / combustibles, transporte, etc.) así como la de exigir mayor información, y más transparencia, a las empresas que actúan en el medio sobre el tipo de prácticas que realizan.

Pero luego de tener la convicción de tal necesidad, al tamizarnos con la gente allí donde nos encontrásemos, enfrentamos la triste realidad de que no está difundida tal necesidad, ni siquiera el propio concepto que subyace detrás de RSC. Y más triste aún, en nuestra búsqueda de inserción laboral en dicha área, advertimos con gran preocupación que la demanda por este tipo de profesionales especialmente formados en la materia es escasa, y peor aún, en caso de existirla, la misma se mueve en círculos cerrados, de difícil acceso. Entonces me pregunto, ¿será que en México están apostando por una profesionalización de la gestión de la RSC, y ello en España aún no está generalizado, o será que hay una especie de “burbuja especulativa” respecto de la formación en RSC?

Personalmente, estoy convencida de la necesidad de profesionalización del personal técnico que gestiona la RSC sea cual sea el ámbito de su actuación, como de cualquier otra profesión donde son necesarios conocimientos sólidos y fundados para gestionar con eficiencia y eficacia hacia el logro de los objetivos establecidos. Y así ha quedado de manifiesto en el Congreso y Salón de la RSC que tuvo lugar en Madrid el 30 y 31 de enero pasados. En el grupo de trabajo sobre Transparencia y Certificación, se expuso claramente que una de las posibles debilidades a la hora de implantar con éxito estrategias de RSC así como su posterior verificación y certificación, sea la falta de formación específica por parte de quienes llevan a cabo dichas labores. Eso sí, entre quienes allí nos dimos cita, las empresas brillaron por su ausencia, dado que la asistencia al congreso fue en su amplia mayoría perteneciente al Tercer Sector.

Entonces, si dado que la oferta formativa es cada vez más extensa, no puedo sino preguntarme ¿dónde se ubica luego ese perfil profesional, en el terreno laboral? ¿qué oportunidades reales encuentran quienes egresan de cursos de formación en RSC? Porque sería triste pensar que los puestos para gestionar la RSC estarán “reservados” a la misma gente de siempre, y que quiénes contemos con una formación específica en la materia no encontraremos una salida laboral, hecho que provocaría a la larga, un gran descreimiento en torno a la seriedad y compromiso de quienes dicen llevar a cabo prácticas responsables.
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La insoportable levedad de las cifras

. lunes, 22 de enero de 2007
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Por Carolina Herrero. Resulta sumamente llamativo los resultados que se extrapolan de la encuesta "Responsabilidad social de las empresas en Uruguay: la percepción de los ciudadanos", encuesta realizada por el Departamento de Economía de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República.

Según esta encuesta, el/la uruguayo/a medio/a sabe lo que es la RSE: el 43,6% de la población oyó hablar de la RSE, el 30% de la ciudadanía opina que la información brindada por las empresas sobre la RSE es confiable, y las áreas donde debería actuarse más y mejor en RSE, han sido priorizada por los encuestados, de la siguiente manera: 1) Comunidad, Estado y medioambiente, 2) Empleados/as; 3) Accionistas y 4) Clientela, proveeduría y competencia.

Vayamos por partes, desintegrando la información: personalmente me resulta muy llamativo el resultado de que el “uruguayo medio” sepa lo que es la RSE, particularmente porque he realizado, a nivel personal, un sondeo de opinión entre personas de diversos ámbitos, aunque en su amplia mayoría se trata de profesionales universitarios/as, y la gran mayoría de éstos/as no tiene muy claro de que va la RSC. O sea, no saben bien qué es lo que en realidad está detrás de esta sigla, identificando en su gran mayoría la relación con temas medioambientales, filantropía y mecenazgo. Por tanto, si entre profesionales hay mayoritariamente un desconcierto sobre la acepción del término RSC, considerando a tal colectivo como personas con acceso a cierta educación e información, intuyo que mucho más aún se dará un desconcierto entre la población que no tiene acceso a ámbitos literarios, de investigación o simplemente, de información.

Por otro lado, que la ciudadanía considere que la información brindada por las empresas sobre RSE es confiable, resulta irrisorio. Y esto debido a que las empresas uruguayas informan poco o nada respecto a aspectos vinculados a la RSE. En un encuentro al que concurrí en noviembre pasado, un participante que representaba a una de las instituciones que, bajo el apoyo del BID, está dinamizando la RSE en Uruguay, mencionaba que se han realizado los “primeros cinco Balances Sociales” (Memorias de Sostenibilidad en el contexto Europeo). Teniendo en cuenta que las mejores prácticas empresariales respecto de la condiciones laborales de su personal, no son comúnmente difundidas a la comunidad, salvo raras excepciones, y que los impactos ambientales de la actividad empresarial tampoco son públicamente conocidos, salvo casos también puntuales, ¿qué es lo que evalúan quienes han considerado que la información proporcionada por las empresas sobre la RSE es confiable? Deduzco que se pueden referir a las actividades filantrópicas, ya que son las que mayor difusión social tienen, debido a su estimado impacto positivo sobre la opinión pública, limitando a un aspecto mínimamente ínfimo de lo que abarca la RSE.

Primero se debe educar a las personas, de todos los ámbitos, sectores y clases, para luego que esta ciudadanía pueda evaluar las conductas empresariales, así como comportarse como ciudadanía responsable. Pero claro, la educación puede no resultar atractiva, ya que termina siendo un arma de doble filo:

  • Educación

  • Ciudadanía responsable

  • Demanda de información a las empresas

Éstas últimas, no siempre quieren voluntariamente “compartir” información respecto de su accionar.

Por último, los temas en los cuáles las personas encuestadas consideran que deberían realizarse más esfuerzos, desde el punto de vista de la RSE (que vaya usted a saber qué entendían por tal concepto), son en general similares a aquellos que manifestaban las personas consumidoras españolas, de acuerdo con lo relevado en el Informe Forética 2006 (o su nota de prensa), siendo los más destacados los aspectos ambientales y los referidos al personal, quedando a la cola aspectos vinculados a la clientela.

Y resultaría lógico que así fuera, considerar que la empresa debe velar primero que nada por su personal, que es quién contribuye a que su actividad se realice y, cuanto más conforme esté, más comprometido se sentirá con la consecución de los objetivos planteados, así como por el impacto que la actividad empresarial tiene sobre el medioambiente, no solo en términos de cumplimiento de la legislación ambiental, sino sobrepasando ésta, planteándose retos de minimización del impacto ambiental.

¿Cuando comenzarán a educar, para que la ciudadanía se concientice y exija así mayor información a las empresas? Luego, podremos considerar sus evaluaciones sobre la información que le es proporcionada.

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